21 de septiembre de 2009

Montaña Rusa

De repente, me encuentro en un parque de atracciones. Reconozco algunas partes como parecidas a Port Aventura, pero el hecho es que algo en mi cabeza me dice que estoy en París. No en EuroDisney, pero si en París. Pero no estoy sólo, estoy con mi hermano y juntos estamos haciendo cola para subir a una montaña rusa.

El lugar donde esperamos, es un poco extraño, parece como una especie de cueva y, a diferencia de lo que uno esperaría en un parque de atracciones, no hay ninguna tipo de rastro humano más allá de alguna gente de nosotros y algunos detrás. Ninguna cinta en los laterales, ninguna marca, nada. Ni siquiera hay iluminación. Sólo es un oscuro túnel en mitad de la roca.

De repente me doy cuenta de una cosa. Delante de nosotros, hay otra persona que conozco. Una compañera de trabajo con la que ahora mismo no me llevo demasiado bien, pero que antes teniamos bastante relación e incluso llegue a sentir algo especial. Supongo que la debo haber visto en algún momento, mientras avanzamos por el túnel.

Finalmente llegamos a la zona donde nos suben a los vehículos. Son como una especie de X interconectadas que mientras avanza la montaña rusa se contraen y expanden, un poco difícil de explicar, la verdad.

El caso es que desde que subimos, un presentimiento va cogiendo fuerza en mí. Va a ocurrir algo, algo malo. Mientras, el vehículo se va moviendo, consigo desarmar las medidas de protección y empiezo a avanzar.

Tengo que llegar hasta ella lo antes posible. Tengo que llegar antes que... No lo sé, sólo sé que debo hacerlo.

Haciendo caso omiso de los gritos de la gente, prosigo con mi camino, ignorando los latigazos que sufren mis brazos con la inercia.

Consigo verla. Está ya a sólo un par de metros, pero en ese momento los brazos de la aspa empiezan a moverse, alenjandonos.

Tengo que jugarmela. Saltar y llegar al otro vehículo. Me dispongo a saltar...

Despierto.