Acabada ya la preparación de las siguientes clases, Sébastien apagó el portátil y, tras recoger sus notas, se dirigió a la cama.
Pronto se encontró soñando.
Estaba hablando con algunos de sus alumnos en una cafetería cercana a la universidad que a veces frecuentaba. Todos estaban atentos a sus palabras y, entonces, mientras su mirada recorría el local, la vio entrar. Era la misma adolescente que estaba en el cementerio. Llevaba un vestido de lino blanco y la ausencia de la gorra, mostraba su pelo castaño, liso y sedoso que le llegaba hasta el cuello. Nada más traspasar la puerta su mirada se clavó en la de Sébastien. Esos ojos verdes como esmeraldas, parecían brillar con una fuerza interior, llamándole.
Atraído y a la vez dispuesto a resolver el misterio de esa chica, Sébastien se levantó y se dirigió hacia ella. Cuando estuvieron cara a cara, ella tiró de él y levantándose de puntillas, apretó sus labios contra los de él, que no tardó en entregarse al beso a su vez. Sin dejar de besarlo, la chica lo acercó a una mesa mientras le arrancaba la camisa. Después de deshacerse de ella, la joven, de un manotazo, quitó las tazas y copas que estaban en la mesa y con una fuerza inesperada en un cuerpo tan pequeño, tumbó a Sébastien en ella.
Las chicas que estaban sentadas alrededor de la mesa no se movieron mientras la adolescente acababa de desnudarlo sin dejar que se levantase. Tampoco dejaron de mirar mientras ella se colocaba encima de la mesa y acariciaba el cuerpo del marsellés a la vez que con la otra mano se quitaba la ropa interior, sin quitarse el vestido. Unas braguitas de color blanco con bordados rosas en los bordes y un lacito en la parte de delante. Las echó en el pecho de Sébastien mientras se colocaba a horcajadas encima de su sexo y empezaba a moverse frenéticamente. Dejándose llevar por la situación, Sébastien se movía siguiendo el ritmo de la desconocida, ignorando las miradas que toda la clientela de la cafetería les estaba dirigiendo.
Sus movimientos se aceleraron y la chica le clavó las uñas en el pecho mientras gritaba extasiada. Por su parte, Sébastien sentía como todo su cuerpo vibraba. Y en un mismo instante, ambos alcanzaron el clímax al unísono.
La joven sin dejar de moverse rítmicamente, aunque ya más despacio, se inclinó hacia Sébastien besándolo con fuerza. Después acercó su boca a la oreja de él a la vez que le ponía su ropa interior en la mano.
- Para que no te olvides de mí. - su voz sonaba sensual e inocente a la vez, tal y como el se la había imaginado.
Empapado de sudor, Sébastien despertó alterado. Aquél sueño había sido muy extraño. Pero su confusión todavía aumentó más cuando se dio cuenta de que en su mano derecha se encontraban unas braguitas blancas con bordados rosas en los bordes y un lacito en la parte de delante.