Me apartó el pelo de la cara mientras el agua de la ducha va cayendo sobre mí. Intentando centrarme en esa sensación que te deja mientras va llevándose consigo el sudor y el cansancio.
Pero el caso es que no puedo apartar mi mente de ella. Cuando volvía de correr, me he encontrado con ella. A estas alturas debería haberlo superado, lo sé. Pero como si de una mala indigestión se tratara no para de repetírseme de vez en cuando. Como si nunca acabara por completo de dejarla atrás.
Desde el primer día que la vi, hace ya casi un año y medio, captó mi atención. Instalándose, de manera permanente, en mi cabeza. ¿O debería decir corazón? Quién sabe.
Últimamente, las veces que nos encontramos, charlamos y bromeamos, incluso un día, en broma, me invitó a cenar a su casa. Prefiero no pensar en la posibilidad de intimar con ella.
Suspiro con la esperanza de olvidarme de ella y que mi mente se aclare con la caricia de gotas de agua.
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