Con paso lento y movimientos mecánicos, Jack abandona la estación de autobuses
de Omagh. Avanza por las calles como un fantasma, como un alma en pena. Su
mente está sumida en una oscura tormenta, un caótico vaivén de amargos
recuerdos.
Sin darse cuenta, su errante vagabundeo lo lleva al punto exacto donde
poco más de cinco años atrás, explotó la bomba. Donde Aisling murió. El pulso y
la respiración se le aceleran, intenta controlarse pero empieza a notar un
mareo que va creciendo con fuera a la vez que siente una opresión agobiante.
Sin poder aguantarlo más, Jack se aleja de la zona por una callejuela.
Han pasado cinco años y no deja de afectarle. Las cosas parecen pintar cada vez
mejor para Irlanda del Norte y las víctimas de Omagh han sido vengadas. Se
encargó personalmente de ello. Pero aún así…
Sigue su camino hasta un pequeño hostal donde alquila una habitación
para pasar la noche. Esta noche se celebra Halloween, pero para los antepasados
celtas de Jack era Samhain, una noche donde el velo que separa el mundo de los
vivos y el de los espíritus se vuelve más tenue.
Quizás el espíritu de Aisling pueda ayudarle a encontrar algo de paz.