Las dudas me asaltan. Es como si el terreno que me sostiene,
que antaño sentía como una sólida construcción se estuviese desmoronando a
ritmos irregulares, a veces, lentamente y, otras, tan rápido que me tambaleo.
Mi futuro, ¿adónde me encamino? ¿Dónde quiero llegar?
Algunas veces lo tengo tan claro que es casi como si pudiera tocarlo y otras,
como ahora, veo ante mis propios ojos como se deshilacha y se mezcla con una
confusa neblina en la que no parece posible discernir nada.
Pero, aún así, detenerse no es posible. Esperar a que las
cosas se aclaren realmente no es una opción, nunca lo ha sido. Tan sólo puedo
caminar hacia delante y confiar. Confiar en mi instinto y no equivocarme.
Confiar en tomar la decisión, no ya correcta, sino la más adecuada a quién yo
soy. Pero, cuando enfrente de mí aparecen varios senderos, varios caminos,
¿cuál tomar?
Como si mi instinto me diera, a su manera la respuesta, vuelve a mi memoria un recuerdo reciente, apenas unas horas atrás. Un recuerdo que disipa mis dudas. Un recuerdo que aclara el camino a seguir. El recuerdo del calor del abrazo de un niño.
Como si mi instinto me diera, a su manera la respuesta, vuelve a mi memoria un recuerdo reciente, apenas unas horas atrás. Un recuerdo que disipa mis dudas. Un recuerdo que aclara el camino a seguir. El recuerdo del calor del abrazo de un niño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario