El escudero Roger Desllor detuvo su caballo y se dio la vuelta, para mirar, quizás por última vez, el pueblo de Ripoll, donde se había criado. Mientras observaba el valle desde la distancia, en su mente afloraron un montón de recuerdos. La casa donde se crió. El prado donde su padre le enseñaba a utilizar una espada. El recodo del río donde él y sus hermanos iban en verano a bañarse. La arboleda donde iba a escondidas con Beatriu y donde se dieron su primer beso. A la vez que se dibujaba una sonrisa en sus labios, sus ojos se humedecieron levemente. Pero, él no podía llorar. Los hombres no lloran. Y él tenía ya quince años.
Con un último vistazo, se despidió de su pasado y se dio la vuelta hacia el séquito del caballero de Montcada, amigo de su padre y que le ayudaría a convertirse en caballero de la Orden del Hospital de San Juan, como su padre antes que él, tal y como correspondía a todo segundo hijo. Su hermano mayor, ramon, heredaría las tierras, mientras que su hermano pequeño, Llorenç, era ya novicio en el monasterio de Santa Maria de Ripoll. Su hermana gemela, Dolça, se casaría a finales de verano con Joan, heredero de una de las familias terratenientes de la zona.
Pero Roger no quería pensar más en lo que dejaba atrás, sino tan sólo en el futuro que se le abría delantes. Después de unos días de viaje llegarían a la ciudad de Girona, donde se unirían a algún grupo que se dirigiese hasta Marsella y, desde allí, embarcarían con destino a Chipre, donde, con suerte, Roger sería nombrado caballero de la Orden del Hospital de San Juan.
Con un último vistazo, se despidió de su pasado y se dio la vuelta hacia el séquito del caballero de Montcada, amigo de su padre y que le ayudaría a convertirse en caballero de la Orden del Hospital de San Juan, como su padre antes que él, tal y como correspondía a todo segundo hijo. Su hermano mayor, ramon, heredaría las tierras, mientras que su hermano pequeño, Llorenç, era ya novicio en el monasterio de Santa Maria de Ripoll. Su hermana gemela, Dolça, se casaría a finales de verano con Joan, heredero de una de las familias terratenientes de la zona.
Pero Roger no quería pensar más en lo que dejaba atrás, sino tan sólo en el futuro que se le abría delantes. Después de unos días de viaje llegarían a la ciudad de Girona, donde se unirían a algún grupo que se dirigiese hasta Marsella y, desde allí, embarcarían con destino a Chipre, donde, con suerte, Roger sería nombrado caballero de la Orden del Hospital de San Juan.
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