4 de agosto de 2009

Visión entre Humo y Sombras

Ya llevábamos vistados un par de locales esa noche, aunque sería mejor llamarlos antros, cuando nos dirigimos a esa discoteca. De todas maneras, lo que importa no es el sitio en el que te encuentras, sino la gente que te acompaña, o al menos eso es lo que dicen en las películas. La verdad sea dicha es que hasta ese momento me había reído bastante con los compañeros con los que salimos de fiesta.

El portero abrió la puerta del local y tras una cerrada bruma, mezcla de humo de tabaco y esa especie de niebla que echan de vez en cuando, y un tenúe iluminación, apenas se distinguían unas siluetas borrosas. Una vez bajada ya la rampa de acceso se tenía mejor perspectiva del local y de la gente que allí se encontraba.

A unos escasos metros de la entrada, se encontraba un grupo de unas siete u ocho chicas. Teniendo en cuenta que nosotros eramos un grupode cuatro solteros, no hace falta decir que eso atrajo nuestra atención, mentiría si no lo hiciera. Pero mientras mis compañeros no dejaban de devorar con la mirada a dos de ellas que se encontraban al frente y lucían pronunciados escotes, mi atención se quedó prendida de otra integrante del grupo. Era una chica delgada y bastante alta, con el pelo rubio hasta los hombros y grandes ojos que quedaban parcialmente tapados por una gafas de montura grisácea. Como si una mano invisible obrará en nuestros movimientos, el flujo de gente nos obligó a permanecer allí detenidos. Y mientras mis amigos no paraban de hacer comentarios sobre las dos chicas llamativas, yo no podía apartar la vista de aquella joven. A lo mejor se dio cuenta de mi mirada o quizás fue sólo casualidad, pero su sus ojos se encontraron con los míos, y durante unos instantes, sentí como si el mundo entero se detuviese, sólo estábamos ella y yo. Como accionados por un mismo resorte, ambos sonreímos a la vez. Su rostro se ruborizó levemente y apartó la mirada, sin dejar de mantener esa leve sonrisa. Normalmente me cuesta acercarme a hablar con desconocidos, especialmente con chicas, pero esa noche había algo diferente. No sé el que, y justo cuando me dispuse a dar el primer paso en su dirección, notó una fuerza que se me lleva. Una de las corrientes humanas que se movía por dentro de la discoteca nos cogió y nos desplazó hasta la barra.

Al llegar a ella, mis compañeros se detuvieron y empezaron a pedir algunos cubatas para saciar su sed y, en sus magnificadas fantasías, coger valor para ligar con las chicas de antes u otras similares proporciones físicas. Mientras la camarera, a la que no paraban de mirar les servía, me dí la vuelta en busca de aquella chica. Pero ya no la ví. Donde antes se encontraba su grupo, había ahora un grupo de chavales jóvenes de los que dedican el tiempo libre a ir al gimnasio a muscularse. Sin darme todavía por vencido, recorrí el local con la mirada. En algún sitio u otro tenían que estar. No era posible que se hubieran desvanecido en el aire, ¿verdad? Pero eso es lo que parecía. Con un suspiro de resignación al no hallar rastro de esa chica o al menos de una de las del grupo me dí la vuelta hacia mis amigos.

La noche avanzaba lentamente, igual que se deslliza el aceite derramado. Y yo no podía quitarme de la cabeza de la imagen de aquella chica. Sus rasgos suaves, ligeramente redondeados, su pelo liso, de un color pajizo, que clamaba ser acariciado. Su cuerpo fino y delgado, que con cada minuto que pasaba recordando su imagen, mayores ganas tenía de tener entre mis brazos. Su vestimenta, una simple camiseta negra, lisa y unos tejanos mostraban una preocupación por la estética similar a la mía, cuya vestimenta, por pura casualidad constaba también de una camiseta lisa de color negro y unos cómodos tejanos.

Mientras mis amigos seguían con la mirada a una u otra chica, vestida con revelador escote o corta falta, yo no paraba de buscar a esa chica con la mirada. Más de una vez tuve que detener mi tren de pensamientos, que, para mi gusto, se acercaba demasiado a la obsesión. Tal y como era previsible ninguno de mis amigos entabló conversación con aquellas chicas con cuyas miradas desnudaban. Quizás fue por esa misma falta de interés por mi parte que una de esas chicas se acercó a mi a hablar. Estuvimos hablando un par de minutos, pero su conversación resultó ser tan vacía como llamativo pretendía que fuera su físico. Así que decidí volver con mis amigos. Y tal y como sabía que ocurriría no comprendieron mi decisión. Pero uno se acostumbra. Y es que no sólo esta el hecho de que tiene que haber algo más allá del físico, sino que mis gustos estéticos son algo diferentes de aquellos de la mayoría de hombres.

En una de las relocalizaciones que hicimos dentro de la discoteca, llegamos cerca de la puerta. Y el corazón se me aceleró. Al detenernos, quedé cara a cara con ella, apenas nos separaban dos o tres metros, donde estaban bailando unas chicas más bajas que nosotros dos. Al principio, su rostro mostraba un gesto de aburrimiento que desapareció como una tormenta de verano cuando sus ojos se cruzaron con los míos. No pude verme, pero estoy completamente seguro de que mi cara también reveló claramente la emoción que sentí al verla de nuevo. Pero, entonces, una de sus amigas se acercó y tras decirle algo al oído, empezó a llevarsela hacia fuera. Dispuesto a no volver a perder esa oportunidad, me dirigí hacia ellas, pero justo en ese momento, la chicas que tenía enfrente se giraron bailando. Tarde un poco antes de poder abrirme paso, hacia la puerta del local. Cuando finalmente llegué a la calle, el frío aire nocturno me recibió como una bofetada en pleno rostro. Miré a un lado y hacia otro, pero no las vi por ningún sitio. Iba a preguntarle al portero, cuando oí un ruido de motor y por delante de nosotros, pasó un Cordoba blanco. Ella iba al volante. De nuevo, suspiré de resignación. A veces parece que no se puede luchar contra la adversidad. Por lo menos, me seguía quedando el recuerdo de su visión entre humo y sombras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario