Tras un alargado suspiro, Sébastien apuró el vaso de whiskey escocés mientras intentaba entender como se había dejado convencer por Jacques y acabar en este local. Jacques. El único amigo que todavía conservaba de la infancia y que, en muchos aspectos todavía estaba anclado en la adolescencia. Era un buen tipo, sólo que…
- ¿Verdad que tenía razón, Sébastien? - preguntó eufórico mientras se revolvía en busca de su billetera - Lo mejor para olvidar las penas es ver mujeres desnudas.
Sébastien hizo una mueca como toda respuesta y se hundió más en el asiento, mientras a su lado, su amigo se incorporaba para meter un billete de 10 euros en el tanga de la joven de piel clara que, en ese momento, estaba bailando. Irónicamente, se le ocurrió que, seguramente a tío Gilles le hubiera encantado este lugar. Mal iluminado, con alcohol y lleno de chicas jóvenes, semidesnudas. De hecho, no le sorprendería saber que había venido alguna vez.
- Voy un momento al baño. Y disfruta, que la vida es para eso.
Bastante apático, Sébastien dirigió la mirada hasta el escenario por el que ahora entraba una joven pelirroja, de facciones británicas, vestida con la típica falda escocesa y una camisa blanca. Cuando ésta se acercó al público y, sensualmente, empezó a desabrocharse la camisa, la mirada de Sébastien volvió a vagar por el local.
- Hola, Sébastien. - oyó que le decía alguien.
Se giró, y se encontró delante de él a una joven de piel bronceada y sedoso pelo negro, delgada y notablemente menos voluptuosa que las bailarinas.
- No quiero nada más, gracias. - dijo cogiendo con una mano el vaso vacío.
- No es por eso. - sonrío a ampliamente, mostrando unos dientes blancos entre sus carnosos labios - Ven conmigo.
Y tomándole de la mano, le instó a seguirla hasta la zona de reservados. Normalmente, Sébastien hubiera opuesta rápida resistencia, pero es que esa chica físicamente era una encarnación de su tipo de mujer. Desde la intensidad de sus ojos verdes, hasta la forma poco sinuosa de su cuerpo. Es como ver su ideal plasmado en alguien real.
- Espera, no estoy interesado en… - dijo cuando finalmente tomó conciencia de la situación.
- No pienses en ello. Lo han pagado para ti.
Eso le sorprendió un poco, aunque amante de este tipo de cosas, Jacques no era precisamente desprendido con el dinero. Aunque, ahora que se daba cuenta, la chica le había llamado por su nombre. Sébastien sentía que, pese a todo, tendría que resistirse, pero sintiendo tan cercana a él, la piel bronceada de la chica, acabó siguiéndola dócilmente hasta una pequeña sala, dónde ella lo llevó hasta un cómodo asiento forrado de terciopelo rojo. La chica le dio la espalda, mientras acercaba un pequeño objeto que resultó ser un enfriador para una botella de champagne, en la otra mano llevaba dos copas.
- Otro regalo de tu amigo. - y llenó las botellas con el dorado líquido - Por el placer. - dijo mientras le acercaba la copa para brindar.
Todavía confuso, Sébastien actuó por inercia y chocó la copa con ella e igual que hacia la chica, la vació de un trago. Nunca había probado un champagne que supiese de esa manera. Extrañado, cuando ella cogió la botella para volver a llenar las copas, la tomó y miró el etiquetado. Pernod-Ricard. Pero, no podía ser. Una sola botella valía… Sébastien no estaba seguro, pero probablemente se acercase a los mil euros, si no lo superaba. Todo esto era muy extraño…
Entonces, la joven se acercó hacia él y mientras le acariciaba el rostro con la mano, siguió hasta que sus labios se encontraron invadiendo, segundos después, la boca de él con su lengua. Fue como si la mente de Sébastien, su cautela, se apagaran. Nada tenía sentido, así que no valía la pena encontrarlo. Y se entregó al apasionado beso.
La chica, mientras no dejaban de besarse se quitó la ropa y se sentó en su regazo, apretando su cuerpo en el de él, cogiéndole las manos y llevándolas, recorriendo su espalda hasta su nalgas, Momento en el que empezó a contonearse, sin dejar, en ningún momento que los labios de Sébastien se separaran de los suyos.
La euforia y la excitación corrían aceleradas por el torrente sanguíneo del marsellés a medida que la chica movía la cintura sobre la suya y apretaba su pecho con el de él. Notaba en sus manos el suave tacto de su piel, en su boca, su tibio sabor. Todo el ardía de deseo.
Como si lo notara, la chica paró de moverse y levantándose ligeramente, dirigió sus manos hacia el pantalón de Sébastien, desabrochándolo y abriéndolo ligeramente, apartando, luego, a sus calzoncillo del camino. Mientras una mano, volvía a acariciar el cuello del marsellés, con la otra tomó su miembro erecto y, tras acariciarlo, se colocó encima de él, contoneándose de nuevo.
Casi una hora después, Sébastien volvió al sitio que ocupaba al lado de Jacques. Ligeramente perturbado todavía por lo que había ocurrido, pero sin arrepentirse en lo más mínimo.
- Por fin has vuelto. - le espetó su amigo - Empezaba a pensar que te habías ido.
Esas palabras le detuvieron a mitad del proceso de sentarse. Las cosas se ponían todavía más confusas.
- To… todo bien. - articuló finalmente al sentarse.
¿A qué demonios había venido eso? ¿Quién lo había organizado? ¿Por qué? Mientras su mirada cruzaba la sala en busca de una pista, se encontró, sentado en un taburete al mismo joven que estaba fumando apoyado en un mausoleo durante el entierro de su tío Gilles. Los ojos dorados de él se encontraron con los suyos, sonrío y levantó su copa de champagne a modo de saludo.
¿Había sido él? Sin pensarlo, Sébastien se levantó rápidamente y corrió hacia él. Aunque un par de camareras se cruzaron en su camino. Cuando consiguió sortearlas, el desconocido había desaparecido. Sólo quedaba la copa.