Hace ya muchos, muchos años, en la grande y fría Rusia, vivía el zar Aleksey, junto con su tres hijos, Dmitriy, Borislav y Viktor. Un día, el zar cayó enfermo de manera repentina y nada parecía proporcionarle mejora ni alivio. Por su palacio pasaron los mejores médicos del reino, y ninguno de ellos supo hallar una cura que funcionase. Hasta que un día, en el que llegó una vieja matrona y tras observar al zar se llevó a su tres hijos a parte.
- La enfermedad de vuestro padre no es natural y ningún brebaje o ungüento podrá salvarle.
- Padre morirá. - Borislav, el hermano mediano, empezó a llorar desconsolado.
- No os desaniméis todavía, jóvenes zaréviches. Existe un remedio para su aflicción.
- Dinos ya cual es, bruja. - interrumpió bruscamente Dmitriy, el hermano mayor.
- ¿Son esas maneras de tratar a quién viene a vosotros con ayuda? Para poder curarlo, necesitaré una de las plumas del Pájaro de Fuego.
- Eso es maravilloso. - exclamó jubiloso Viktor, el hermano pequeño - Gracias por tus sabias palabras. Vamos a contárselo a padre.
El zar, pese a su estado afligido, dio las gracias a su hijo menor y elogió la sabiduría de la anciana. Pero los hermanos mayores sintieron envidia de él.
- No creemos, padre que sea una gran proeza arrancar a un pájaro una de sus plumas. Nosotros iremos en busca del Pájaro de Fuego y te lo traeremos.
Reflexionó el zar unos instantes y, al fin, consintió en ello. Los zaréviches Dmitriy y Borislav hicieron sus preparativos para el viaje y, una vez terminados, se pusieron en camino. Viktor pidió permiso a su padre para que lo dejase marchar y, aunque el zar y sus consejeros quisieron disuadirlo, tuvieron que ceder finalmente a sus ruegos y dejarlo partir.
El zarévich Viktor, después de atravesar extensas llanuras y altas montañas, se encontró en un sitio del que partían tres caminos y donde había un poste con la siguiente inscripción.
“Aquél que tome el camino de enfrente no llevará a cabo su empresa, porque perderá el tiempo en diversiones: el que tome el de la derecha conservará la vida, si bien perderá su caballo, y el que siga el de la izquierda, morirá.”
El zarévich Viktor reflexionó un rato y, finalmente, tomó el camino de la derecha.
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