Mucho se alegró el zar al ver a Viktor, a quien dispensó una gran acogida, saliendo a recibirlo al gran patio de su palacio. Le dio las gracias por haberle traído el Caballo de las Crines de Oro, lo obsequió con un gran banquete que duró todo el día y, sólo cuando empezaba a anochecer lo dejó marchar, entregándole al Pájaro de Fuego.
Acababa de salir el sol cuando Dolmat, que estaba impaciente por estrenar su caballo nuevo, mandó que lo ensillaran y, montándose en él, salió a dar un paseo. Pero en cuanto estuvieron en pleno campo empezó el caballo a dar coces y a encabritarse hasta que lo tiró al suelo. Entonces el zar vio, con gran asombro, cómo el Caballo de las Crines de Oro se transformaba en una loba plateada que desaparecía con la rapidez de una flecha.
Llegó la Loba hasta donde estaba Viktor.
- Móntate sobre mí, zarévich Viktor y, mientras, que la hermosa Elena se sirva del Caballo de las Crines de Oro.
Entonces, lo llevó hasta donde al principio del viaje le había matado el caballo y le habló de este modo.
- Ahora adiós, zarévich Viktor. Te serví fielmente, pero ya debo dejarte.
Y diciendo esto desapareció.
Viktor se quedó desconsolado hasta que, recordando la enfermedad de su padre, retomó con Elena la bella el camino al reino de su padre. Pero, estando cerca de él, quisieron descansar al pie de un árbol. Ató Viktor el caballo, puso junto a sí al Pájaro de Fuego, se tumbó en el musgo y se durmió. Elena la Bella se durmió también cerca de él.
En tanto, los hermanos de Viktor, Dmitriy y Borislav, volvían a su casa con las manos vacías. Habían escogido en la encrucijada el camino que se veía enfrente. Bebieron, se divirtieron grandemente y ni siquiera habían oído hablar del Pájaro de Fuego. Una vez que hubieron malgastado todo el dinero, decidieron volver al reino de su padre y, cuando regresaban vieron al pie de un árbol a su hermano Viktor que dormía junto a una joven de belleza indescriptible. A su lado, pastaba el Caballo de las Crines de Oro y, también descubrieron, posado en una rama, al Pájaro de Fuego.
Los zareviches desenvainaron sus espadas, mataron a su hermano e hicieron pedazos su cuerpo.
Se desperó Elena y, al ver muerto y destrozado a Viktor empezó a temblar de miedo.
- ¿Quién eres, hermosa joven? - preguntó el zarévich Dmitriy.
Y ella le contestó:
- Soy la infanta Elena la Bella. A mi reino fue a buscarme el zarévich Viktor, a quien acabáis de matar.
- Escucha, Elena. - le dijeron los zareviches - Haremos contigo lo mismo que con nuestro hermano Viktor si te niegas a decir que fuimos nosotros los que te rescatamos de tu reino, lo mismo que al caballo y al pájaro.
Temió Elena la muerte y prometió decir todo lo que le ordenasen. Entonces, los zareviches Dmitriy y Borislav se dirigieron, junto con el caballo y el pájaro, al palacio de su padre, alabándose ante la gente de su arrojo y valentía. Los zareviches estaban satisfechísimos, pero la hermosa Elena lloraba incesantemente, el Caballo de las Crines de Oro caminaba con la cabeza tan baja que casi tocaba el suelo con ella, y el Pájaro de Fuego estaba triste y deslucido; tanto que el resplandor que despedía su plumaje era muy débil.
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