9 de marzo de 2011

Sabor a Lágrimas y Sangre

La conversación queda en segundo plano mientras su mente viaja en el tiempo, motivada por las palabras de sus compañeras.

El recuerdo de un fuerte golpe lo recibe en el pasado. De su cabeza empieza a brotar un fino hilillo de sangre. Detrás de él, el impacto ha descolocado la puerta del armario. Confuso y algo asustado se tambalea en un intento de levantarse. Pero antes de que lo consiga, el hombre al que llama su padre arremete de nuevo contra él y, cogiéndole del cuello, lo golpea de nuevo contra el armario, desmontando completamente la puerta.

Tiene tan sólo cinco años y no comprende nada. No comprende el porque. Y, en lugar de amedrentarse ante la violencia, sigue preguntándole con voz rota, en busca de una razón para ese sinsentido. Pero cada vez que abre la boca para hablar, un golpe en la cara lo hace tambalear. Lágrimas producto de la impotencia, el miedo y el dolor empiezan a rodar por sus mejillas. Como si eso fuera una provocación, en lugar de detenerse el ataque, éste multiplica la intensidad.

Entonces, se abre la puerta y aparece su madre. Por fin, se cree salvado y, moviéndose y hablando como puede se dirige a ella para que detenga esa locura. Ella cruza una mirada con su marido y, sin decir nada, vuelve a salir de la habitación.

Tan sorprendido se queda él que ni siquiera nota los siguientes golpes. El de su madre le ha dolido más.

De vuelta al presente, sigue en sus labios el recuerdo del sabor a lágrimas y sangre.

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