Cuando la Loba apareció con el zarévich en el vasto patio del palacio todo pareció tomar más vida. Elena la Bella sonrió, secando sus lágrimas; se oyó relinchar en la cuadra al Caballo de las Crines de Oro, y el Pájaro de Fuego esparció tal resplandor, que llenó de luz todo el palacio.
Al entrar Viktor en éste, vio todos los preparativos para el banquete de boda y que estaban ya reunidos los invitados a la ceremonia para acompañar a los novios Dmitriy y Elena. Ésta, al ver a su amigo, se le echó al cuello abrazándolo estrechamente, viéndose salvada de nuevo. En ese momento, volvió a aparecer la anciana bruja quien contó al zar cómo fue Viktor quién sacó a Elena de su reino, consiguió el Caballo de las Crines de Oro y obtuvo al Pájaro de Fuego; y, que después, mientras Viktor dormía, sus hermanos lo habían matado. Elena con lágrimas en los ojos, asintió a las palabras de la anciana, que sin añadir nada más, desapareció otra vez. El zar Aleksey, lleno de cólera, ordenó que expulsasen de su reino a sus dos hijos mayores.
Dos días después, Viktor acompañó a Elena, que iba a lomos del Caballo de las Crines de Oro al límite de su reino. En el cielo, el Pájaro de Fuego volaba libre.
- Gracias por todo lo que has hecho por mí, Viktor.
Y tras despedirse se alejó, hacia el horizonte. El zarévich se tumbó en la hierba, sin poder parar de pensar en la Loba Plateada que había desaparecido sin ningún aviso.
- ¿Me echabas de menos? - oyó su voz cristalina cerca de él.
Al girar la vista, Viktor quedó sorprendido. En lugar de la enorme loba de piel grisácea, se encontraba una bella joven con una larga cabellera plateada.
- ¿Eres tú, amiga mía?
- Sí, zarévich Viktor, soy yo. - dijo mientras se acercó a él - La anciana bruja es mi madre, y me pidió que te ayudará en tu empresa.
- Sin tu ayuda, jamás lo hubiera logrado. Y ahora que todo ha acabado, no volveré a verte. - dijo cabizbajo.
- No tiene porque ser así, Viktor.
El zarévich Viktor y la joven de melena plateada se besaron y vivieron juntos y felices hasta el final de sus días.
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