Dejo la taza de té en la mesa y vuelvo a mirarla a los ojos. Ella sonríe. Le devuelvo la sonrisa y me levanto de la silla de la cafetería, situándome a su espalda. Con la mano derecha apartó su cabello sedoso de su cuello, mientras lo acaricio con la mano izquierda. Con las dos manos a la vez, desciendo por su cuello de cisne hasta sus hombros, empezando a masajear su suave piel.
Cerramos los ojos, acompasada la respiración y, cuando volvemos a abrirlos, estamos en otro sitio. Su habitación. No he estado nunca antes, nunca la he visto, pero sé que es donde estamos. De pie, uno frente al otro. Sus manos toman mis mejillas y, mientras se levanta de puntillas, acerca mi cara a la suya, juntando nuestros labios. Me entrego al beso, acariciándola, recorriendo con mis manos su espalda, hasta llegar al final de su jersey. Con delicadeza se lo voy quitando sin dejar de besarla más que cuando se lo paso por la cabeza.
Cojos sus brazos entre mis manos y recorro, con mis dedos, la piel que ha quedado al descubierto. Tras ellos, van mis labios, besando cada centímetro de su piel. Antebrazos, muñecas, manos, dedos, la punta de sus dedos. Levanto de nuevo la vista y vuelvo a juntar nuestros labios para luego besarla en el cuello.
Lentamente y, sin apartarme, desciendo hasta sus tobillos, descalzándola y ya sin calcetines, acaricio sus delicados pies. Acariciándole las piernas al ascender, busco de nuevo el sabor de su aliento. Mis manos se detienen en su espalda, bajo la camiseta, notando su piel. Vuelvo a agacharme mientras empiezo a quitarle la camiseta. Ante mí, su vientre liso, al que cubro de nuevo de besos, dedicándome, en especial, a su ombligo. Una risa divertida que profiere mientras acabo de quitarle la pieza de ropa, señala que disfruta del juego tanto como yo. Acariciando con los labios, su pecho, su clavícula, me levanto y me sitúo detrás de ella, bajando por su espalda. Las manos primero, seguidas por los besos. Al llegar a la cintura, mis manos la rodean y van a su ombligo, mientras las suyas se apoyan en mis hombros y mis labios están pegados a su piel.
Tras unos instantes, mis dedos descienden y desabrochan sus pantalones. Mientras los voy bajando, mis labios resiguen el sendero de piel descubierta. Se acaba de quitarlos mientras, situándome de nuevo delante de ella, lleno de besos sus muslos, hasta llegar al límite de la ropa interior. De nuevo, sus manos van a mis mejillas y yo me yergo en busca de sus labios. Nos abrazamos mientras nos devoramos el aliento. Nos apretamos con fuerza, sintiendo nuestra piel. Mis manos, como si se movieran con vida propia, se lanzan a por el cierre del sujetador, desarmándolo con facilidad y acompañando el movimiento de éste. Dejándole el torso desnudo, llenándolo de besos.
Y, lentamente, vuelvo a descender, arrodillándome frente a ella, besándole de nuevo el vientre. Empiezo a quitarle la última pieza de ropa, lenta, muy lentamente. Saboreando cada segundo, degustando cada milímetro de piel ganado a la tela. Hasta que la pasión nos vence a los dos y, juntos, lo enviamos al suelo.
Sus manos cogen mi cabeza y me instan a subir de nuevo, besándome invitadora mientras nuestros cuerpos se juntan todavía más.
Despierto.
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