13 de febrero de 2011

La Historia del Zarévich Viktor (III)

Y más rápida que el viento, se lanzó la Loba Plateada, llevando sobre sus lomos a Viktor. Por la noche, se hallaban ya ante las caballerizas del zar Afrón y, de nuevo, la Loba le habló a nuestro héroe.

- Entra en esta cuadra. Los mozos estarán durmiendo profundamente ya. Saca de ella al Caballo de las Crines de Oro; pero no vayas a coger la rienda, que también es de oro, porque si lo haces tendrás un gran disgusto.

Viktor entró con gran sigilo, desató el caballo y vio la rienda que estaba mucho más prieta de lo que debería y deñaba al animal, así que, sin poder contenerse, alargó la mano con intención de quitársela. No bien la hubo tocado cuando, por doquier, empezaron a sonar cascabeles y campanillas. Los mozos guardianes se despertaron, cogieron a Viktor y lo llevaron ante el zar Afrón, que gritó al verlo.

- ¡Dime de qué país vienes y cuál es tu origen!

Viktor contó nuevamente su historia, a la que el zar replicó.

- ¿Y te parece bien robar caballos siendo hijo de un zar? Si te hubieses presentado ante mí, te hubiera regalado el Caballo de las Crines de Oro, pero ahora tendrás que ir lejos, muy lejos, a mil leguas de aquí, a buscar a la infanta Elena la Bella. Si consigues traérmela, te daré el caballo. Si no, no te la daré.

Prometió poner en práctica la voluntad del zar y salió cabizbajo. Al verlo, la Loba Plateada le habló.

- ¡Ay, zarévich Viktor! ¿Por qué me has desobedecido?

- He prometido al zar Afrón - contestó sin levantar la mirada - que le traeré a Elena la Bella. Es preciso que cumpla mi promesa, porque si no, no conseguiré tener el caballo.

- Bien, no te desanimes, que también te ayudaré en esta nueva empresa. Móntate otra vez sobre mí y te llevaré allá.

Se montó de nuevo Viktor sobre la Loba, que salió disparada como una flecha.

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