9 de febrero de 2011

Tacto de una Mariposa de Tinta

Seamos honestos, la concentración nunca ha sido uno de mis puntos fuertes. Siempre he sido una persona de esas cuya atención se distraía con facilidad, con el simple vuelo pasajero de una mariposa errabunda. Pero hoy, hoy mi capacidad de atención está alcanzando cotas realmente bajas. O quizás no. Supongo que depende del enfoque.

Pero es que no puedo evitarlo. Lo intento una y otra vez. Centrarme en los diagramas, en las explicaciones, en lo que me cuenta la persona de al lado, en cualquier otra cosa, pero me es imposible. Una vez y otra, y otra, mi atención vuelve, cual alma condenada, hacia ella.

La piel de sus hombros, levemente bronceada y suave al tacto, amenaza con ocupar toda mi mente, impidiéndome pensar en ninguna otra cosa que no sea acercarme hasta ella.

Y en aquellos momentos en los que empieza a parecer que estoy capeando el temporal, que esa pasajera obsesión ha pasado de largo, vuelve a mí el recuerdo de la textura de su piel, la presión de su cuerpo.

Como un dolor fantasma, las yemas de mis dedos reviven el pasado y me llenan de deseo de sentir el tacto de una mariposa de tinta.

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