Sin levantar la vista de la página, Sébastien llevó la cucharilla a la taza de café y empezó a removerlo lentamente, mezclándolo con la leche y ayudando a que se enfriara. Después del día que había tenido volviendo a la universidad, agradecía este momento de tranquilidad, y poder disfrutar de un café con leche en esta pequeña cafetería a la que venía a menudo y aprovechar para finalmente releer algunas obras de Nietzsche.
- ¿Está ocupada? - oyó que le decía una voz femenina.
- No, usted misma. - respondió sin levantar la mirada del texto.
- Gracias, Sébastien.
Sorprendido de que la mujer cuya voz estaba seguro que no reconocía, supiese su nombre, levantó la mirada rápidamente, encontrándose ante sí a una mujer de treinta y tanto años, con un traje oscuro y que lo miraba, entre divertida e inquisidora, a través de sus gafas de montura gris. Su cara le sonaba, pero Sébastien era incapaz de ubicarla.
- Perdona pero, ¿nos conocemos? - preguntó mientras cerraba el libro.
La mujer sonrió ante la pregunta y entrecerró los ojos. Tuvo que reconocer que, pese a no ser exuberante no estaba exenta de cierto atractivo, había algo que le llamaba la atención.
- No directamente. Aunque Gilles me habló tanto de ti que siento como si nos conociéramos de hace tiempo.
¡Gilles! ¡Eso era, claro! Ahora recordaba cuando la había visto. En el funeral de su tío, ella se encontraba entre el grupo de aficionados a las artes ocultas. Sébastien se tomó unos instantes antes de responder.
- Entonces, creo que juega con ventaja. Mi tío nunca me habló de usted. - recalcó el ‘usted’ mientras le devolvía una sonrisa.
- Veo que has heredado su misma mordacidad y humor. - respondió ella sin mostrarse ofendida - Habrá que ver que más cosas has heredado. - dijo enigmática en tono más bajo antes de proseguir - Aunque la culpa es mía, esas no son formas de presentarse. Puedes llamarme Eve. Y, por favor trátame de tú, no tengo la edad que aparentó.
- Eso último da mucho juego, Eve. Pero dejémoslo ahí. Disculpa por la pregunta, pero, ¿de qué conocías a mi tío? No quiero ofender pero no pareces su tipo de chica?
- Supongo que te refieres a las jóvenes llamativas con las que adornaba su cama, ¿verdad? - río - No, la relación entre Gilles y yo era de otro tipo, más… intelectual.
- Evitas la pregunta principal, Eve.
La verdad es que Sébastien estaba disfrutando de la conversación. Esa mujer parecía inteligente y rápida de mente, además de poseer un sentido del humor parecido al suyo. Su sofisticada belleza, no hacía sino añadir interés a mantener la conversación.
- Sébastien, Sébastien,… - respondió como si estuviera regañando a un niño pequeño - No debes esperar a que te den todas las respuestas. Nunca debes olvidar buscarlas por ti mismo. Tienes talento, potencial. O eso me han dicho, al menos. - acabó con una sonrisa burlona, desafiante.
- ¿Talento? ¿Potencial? ¿Para qué? ¿De qué hablas?
- En este mundo, Sébastien, hay dos tipos de personas, aquellos que se conforman con lo que el mundo les proporciona, con el papel que los demás, que la sociedad espera de ellos y, pasivamente, se sientan esperando que las cosas les sucedan, que los demás resuelvan sus problemas. Y luego está aquella gente que crea su propio lugar en el mundo, que toma las riendas de su vida y lucha por obtener sus propias respuestas. Son pocos, pero son los que cuentan, ¿no crees? Debo irme, ahora, pero nos volveremos a ver. ¿Qué tipo de personas demostrarás ser, Sébastien? Tengo curiosidad. - se levantó de la silla y siguió mirándolo sin girarse - Nunca olvides que hay más cosas en el cielo y la tierra de la que sueña tu filosofía, Sébastien. No todo está en los libros. - y sin esperar respuesta, se fue.
Él se quedó extrañado, siguiendo sus pasos con la mirada mientras le daba vueltas a lo que había dicho a la vez que no podía evitar de fijarse en el cuerpo de ella, ligeramente andrógino, como su manera de ser. Y además, parafraseaba a Shakespeare.
No estaba seguro de ello, pero Sébastien tenía la sensación de que las cosas extrañas no habían hecho más que empezar.